viernes, 31 de julio de 2009

DJEMBO

Djembo era huérfano. La pérdida de su padres inoculó en su mirada aquella expresión que los medios sabotearon para el rating. El incidente ocurrió en Brazzaville, donde fueron asesinados al defender sus tierras de la invasión y protegerla del tráfico de vida que se producía durante la guerra civil congoleña. La familia fue disuelta frente a la mirada curiosa de Djembo y cada no de sus hermanos. Papá y Mamá cruelmente victimados, finalmente fueron llevados por ciudades y poblados cercanos, cargamentos ilícitos que formaron parte de esa batalla.

El recuerdo fue una pesadilla distante para la criatura que quedó desamparada, la ventaja fue que sus corta edad le permitió desentender las dimensiones de la memoria. Nadie recordó haberlo visto llorar aunque todos intuyeron que el silencio y la nostalgia del que fueron testigos quedarían presentes durante toda su vida.

Innumerables promesas de adopción llegaron inmediatas. La custodia del pequeño provocó ofertas provenientes de todas partes del mundo. Era "gente buena" que deseaba ser participe de la tragedia con la protección de la vida del solitario Djembo, como si hubiese existido de antemano, una gran lista de espera apostando a su liberación. Los precios eras ¡exorbitantes!, pues en el mercado de la orfandad, las posibilidades cuentan, y mucho más cuando la naturaleza del huérfano es exótica.

Sin saber aún el destino de su vida, lo embarcaron prontamente hacia orfanatos temporales a través de toda África. En el largo éxodo que inició en sus aldea, el primer país que tocaron sus pies fue Gabón. En Nigeria pudo ver los oleoductos que cortan el tránsito de vecindades pobres y violentas que recorren para llegar a las playas ennegrecidas de Okrika. Estuvo en Ghana, Guinea y Senegal, allí al paso de la caravana observó por primera vez el atardecer difuminarse en la sabana. Luego llegó a Marruecos, donde se costumbró a observar todo el timepo a través de las ventanas del orfanato y contemplar con simpatía la opulenta vida que transita entre las estrechas callejuelas de Casablanca; allá la salida del sol era espectacular pues el calor levantaba un vaho de mil colores que se desprenden de los pozos en donde se tiñen el cuero, las sedas y los tapices.

En otras condiciones estaría maravillado del inolvidable recorrido. Pero Djembo esperaba con una sonrisa el final de la travesía, quizá para encontrar nuevamente los cálidosbrazos de Mamá. Extrañaba la suavidad del regazo del ser amado, los juegos primaverales que involucraron a la familia a la atención y el cariño de su reina.

A los demás huérfanos les pasaba igual, la resignación nunca cedió ni a los lazos amistosos que se crearon entre niños ni a todos los globos regalados cada día. Llegaron a socializar alegremente entre el colorido del paisaje en cada lugar; pero las noches fueron siempre tristes porque la sombras y el silencio perturban el recuerdo, cuando la soledad está de por medio.

Las ciudades de Marruecos fueron los últimos destinos del éxodo antes de cruzar
el Mediterráneo. Desde allí, el viaje se convirtió en insoportable. Uno por uno, los huérfanos fueron entregados a sus nuevos hogares, la travesía continuaban bajo encierro porque era ilegal contemplar a través de las carrozas. Al pequeño Djembo le restaban la amistad de alguien cada día, por ello su cuerpo, diminuto y delgadito paulatinamente parecía morir entre la oscuridad. La nueva ciudad dejó los turbantes y las togas, descubriéndose en el glamour, estilo occidental que pocas veces, o más bien nunca, observó en su lugar natal. El orfanato sería finalmente transitorio. Sus padres adoptivos lo recogerían en los próximos días. La alegría de revivir los instantes amados junto a mamá, se apoderaba temerosamente de su corta existencia.

Por la mañana, el orfanato, era fuente de gran agitación. Cámaras y periodistas invadiéndolo, de la misma forma en que ocurrió aquel día y Djembo se estremecía en un rincón de su habitación. El corazón del infante latía extasiado al tiempo que los nuevos custodios surgieron de entre la confusión. Comprendió dudosamente que fue el final de la travesía, su soledad al fin fue compensada.

La firma de los documentos de paternidad y las fotografías para la prensa registraron el evento como nuevo capricho de la farándula, espiritualidad alcanzada con el dinero, benevolencia en oferta, pero eso no importó a Djembo, quien fue feliz de poseer tal suerte.

Le esperaron manjares nunca antes conocidos, jardines apulentos, privados, caprichos en rincones cuantiosos, replicas enanas del mundo entero, casinosluminosos, visitantes singulares y célebres. Realidad fantástica que no rehusó a protagonizar por simple curiosidad o por humilde sometimiento a su nueva familia.

***
Mas, el tiempo pasa y asi también la novedad de sue existencia. Cuando la prensa inició un nuevo capítulo en las revistas de variedades, los manjares jugosos empezaron a escasear. Djembo experimetó nuevamente la nostalgia; su memoria genética lo carcomía graduamente con cada año cumplido, transportándolo en instantes a sus aldea, a los brazos de mamá, a los amigos de viaje. Una verdad que sólo pudo expresarlo de formas inconcebibles dentro de los jardines de oro de los que fue parte. Su particular demencia no tuvo límites, y aunque fuera rabia o algarabía, él quiso experimentar el todo sofocante, sin importar la misericordia perdida.
Los años primaverales del tierno Djembo se convirtieron de pronto en espacios cerrados entre el deterioro y el hambre; días de contemplar los barrotes añorando libertad, viviendo simplemente de aquello que sobra en los sentidos manipulados. Las cámaras estaban allí para registrar la conducta, los efectos secundarios de la droga que lo mantuvo inmortal para el mundo del experimento.
Su cuerpo se desmigajaba con cada efecto, la sociedad lo poseía por completo cono si él tuviera que ser sacrificado, por consentir la invasión de la raza que lo aisló desde que vio el mundo. Su abatimiento de los últimos años tras las rejas le quitó la juventud, e irremediablemente, parte de su necrosado cuerpo.
Fue necesaria una nueva batalla para el rescate. En el éxodo del retorno fue el camino de los viajeros, quizá el mismo que transitó hace mucho años, pero él no lo notó; y aunque el lugar al que volvió, tan sólo reemplazó las prisiones de los últimos tiempos por barrotes más distantes; el medio fue similar al de su origen. Cercanamente feliz, el encuentro de los amigos rescatados se dió en el mismo lugar: el corazón de África.
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El grupo de homínidos habitarán este asilo hasta cuando sea inevitable su muerte; el contacto que vivieron los convirtió en antropoides ermitaños; seres inservibles en su naturaleza, ancianos mártires de la ciencia, aprendices novatos de su propia libertad.
"Luz Lateral" seleción Narrativa 2008. CCE

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